Enfermedades del sueño
A continuación describimos algunos de los trastornos del dormir
que observamos con relativa frecuencia y que requieren de una exploración
médica especializada y un tratamiento global.
* El Insomnio
Dra. Betty de Maldonado |
A la vigilia diurna sucede de manera natural la sedación y el
sueño nocturno. Ese ritmo incesante puede deteriorarse, de manera que no dormir
adecuadamente en la noche produzca como consecuencia no estar completamente
despierto durante el día. Puede ocurrir que las actividades excesivamente
estresantes del día dificulten la adecuada transición al estado de sedación que
conduce habitualmente al sueño, originándose así la dificultad para iniciar o
para mantener el sueño. De cualquier manera, se establece un círculo vicioso:
mal dormir en la noche: inadecuada vigilia:
INSOMNIO.
INSOMNIO.
La dificultad para dormir puede surgir también como resultado de
una inquietud exagerada en las piernas, que conlleve a la necesidad
irresistible de moverse, obstaculizándose por ello la iniciación del sueño.
A veces, el sueño puede interrumpirse en forma breve, recurrente e
imperceptible, acumulándose una deuda de sueño crónica. En este caso, solo
tenemos una vaga sensación de mal dormir y de una pobre eficiencia diurna. Por
otra parte, la supresión del sueño puede durar horas, o ser total, conduciendo
a la dolorosa conciencia de padecer de insomnio.
El despertarnos excesivamente temprano, en horas de la madrugada,
cuando los demás habitualmente duermen, puede ser también una manifestación de
un trastorno en el dormir. Ese despertar a destiempo puede surgir como
consecuencia de un estado de ansiedad, pero también es una característica de la
vejez.
En efecto, el envejecimiento se expresa en una iniciación más
temprana del sueño, una disminución de la eficiencia del sueño nocturno y una
manifiesta somnolencia diurna. Pero esta tendencia natural puede agravarse por
la coexistencia de enfermedades propias del sueño o de otros dominios de las
funciones del cuerpo.
¿Por qué surge el insomnio?
El sueño y la vigilia son estados de conciencia que resultan de la
interacción de sistemas neuronales localizados en el cerebro, que utilizan
diversas sustancias para comunicarse y transmitir la información. Estas
sustancias son llamadas neurotransmisores*.
En el mantenimiento de la vigilia intervienen seis redes
neuronales que utilizan neurotransmisores como la noradrenalina, dopamina y
acetilcolina, que partiendo del tallo cerebral y de la región central del
cerebro, envían sus proyecciones a la corteza cerebral. En el inicio y control
del sueño participan otras redes localizadas en el tallo cerebral y en el
hipotálamo que usan neurotransmisores como el GABA, la serotonina y
acetilcolina, y que inhiben a los sistemas de vigilia, bajan el tono muscular e
incluso paralizan la musculatura voluntaria.
Estos sistemas alternan su actividad de manera que durante el día
predomina la vigilia y durante la noche predomina el sueño. La disfunción de
estos sistemas puede conducir a trastornos en la vigilia y el sueño, tales como
la imposibilidad de dormir bien (INSOMNIO), trastornos en la conducta durante
el sueño (sonambulismo, actuación de los ensueños), movimientos repetitivos y
periódicos de las extremidades, exceso de sueño durante el día
(hipersomnolencia diurna) y otras alteraciones.
¿Cómo tratar el insomnio?
El tratamiento del insomnio crónico requiere restablecer el
equilibrio neuroquímico de los correspondientes sistemas. Esto es posible
mediante la utilización de neuro-fármacos que actúan sobre los diversos
neurotransmisores, aumentando o disminuyendo su actividad, para crear un ciclo
semejante al que establece la naturaleza.
El uso de los llamados hipnóticos (benzodiacepinas, zopiclona y
zolpidem) que actúan sobre un solo tipo de neurotransmisor (el GABA) a la larga
trastornan el equilibrio de los sistemas y perpetúan el trastorno. Si atendemos
las recomendaciones de los fabricantes, estos medicamentos deben usarse por
poco tiempo, y no son recomendados por lo tanto, en el insomnio crónico. Esto
sin contar que estas sustancias pierden su eficacia con el uso – es decir
ocasionan habituación – y pueden producir adicción, creándose una situación en
la que no producen los efectos deseados, es decir, un sueño recuperador, pero
tampoco pueden dejar de tomarse, por sus efectos adictivos. Además, al actuar
sobre los receptores GABA-érgicos de los linfocitos, inactivan a estas células
y ocasionan disminución de la inmunidad, favoreciéndose así la inmunodepresión
y posiblemente
enfermedades como el cáncer, para citar un solo tipo de ellas. Por
estas razones no recomendamos el uso de estas sustancias en el tratamiento del
insomnio crónico.
* La hipersomnolencia diurna
Durante el día permanecemos la mayor parte del tiempo en vigilia,
salvo por cortos períodos de somnolencia, que se presentan usualmente después
de las comidas, en los que podemos dormir una siesta. La hipersomnolencia
diurna puede emerger como un trastorno de los estados vigilia-sueño. En esta
condición se altera el adecuado funcionamiento diurno y se comprometen las
actividades que requieren de la alerta (conducir, leer, aprender, manejar
maquinarias, etc.) y conlleva a mayor riesgo de cometer errores y tener
accidentes.
La hipersomnolencia diurna puede surgir como una consecuencia de
“una deuda de sueño” ocasionada por hábitos inadecuados de sueño, o de un sueño
fragmentado e interrumpido por múltiples despertares debidos a trastornos
respiratorios durante el sueño que alteren la adecuada oxigenación (ronquido
severo y apnea del sueño) o de una disfunción intrínseca de los circuitos de la
vigilia (narcolepsia y hipersomnolencia diurna idiopática).
El tratamiento de este síntoma requiere de un diagnóstico certero,
y para ello se requiere una entrevista inicial con un especialista que
establezca los exámenes a realizar. Una evaluación adecuada puede incluir un
examen otorrinolaringológico y una polisomnografía nocturna y diurna.
De acuerdo al diagnóstico será necesario, hacer modificaciones del
estilo de vida, corregir quirúrgicamente los posibles defectos anatómicos que
alteran el libre pasaje de aire por las vías aéreas superiores (desviación del
tabique nasal, adenoides y/o amígdalas hipertróficas, lengua muy grande,
mandíbula pequeña), un régimen de reducción de peso (para tratar la obesidad),
aparatos oro-mandibulares y el uso de sistemas de ventilación asistida no
invasiva que ayuden a aumentar la apertura de la oro-faringe durante el sueño.
La Apnea del sueño
La dificultad en el dormir puede resultar del cese recurrente de
la respiración resultando en una inadecuada oxigenación del cuerpo y el cerebro
durante el sueño, expresándose ello en un constante despertar, a menudo
desapercibido por la persona, que fragmenta e imposibilita la función
restauradora del sueño.
Este déficit respiratorio conduce con el tiempo a una excesiva
somnolencia diurna, trastornos de memoria, hipertensión y problemas
cardiovasculares severos que pueden comprometer la vida.
La afección es más frecuente en los hombres a partir de la edad
adulta y el ronquido es, a menudo, la manifestación audible. La edad, el cuello
corto, la mandíbula pequeña y el sobrepeso acentúan el riesgo y la severidad de
la afección.
El tratamiento se orienta hacia eliminar los factores
predisponentes, como la obesidad y el cigarrillo, y aunque se está en la búsqueda
de fármacos que corrijan el trastorno, el cuadro
moderado y severo requiere el uso de ventilación asistida no
invasiva durante el sueño para impartir una leve presión al aire que circula
por la oro-faringe y evitar el colapso de la misma (CPAP: continuous positive
air pressure).
La Narcolepsia
Los ataques súbitos e inevitables de sueño durante el día, en
lugares y ocasiones inapropiadas, pueden ser el resultado de un trastorno
genético que se inicia por lo general durante la juventud y se acentúa con la
edad, poniendo en grave riesgo la vida de la persona e imposibilitando el
adecuado desenvolvimiento en sus actividades académicas, laborales y de
esparcimiento. También esta afección puede surgir también en la edad adulta
como resultado de lesiones vasculares o tumorales del tallo cerebral
Característicamente, la hipersomnia diurna se acompaña de ataques
súbitos y transitorios de debilidad muscular, parcial o total con caída al
piso, que emergen en el contexto de conductas de naturaleza emocional, como la
risa, el llanto, la rabia, etc.
El diagnóstico requiere un estudio de sueño diurno y nocturno, ya
que la clave del diagnóstico, además de la historia clínica, está en detectar
el inicio precoz de la ensoñación en varias siestas.
El tratamiento farmacológico utiliza medicamentos para mejorar el
sueño nocturno que está característicamente fragmentado y aumentar el tono de
los sistemas de la vigilia.
La doctora Betty Pardey de
Maldonado, autora de esta columna, es médico, de la Universidad Central de
Venezuela; neurólogo, la de Universidad “Cayetano Heredia”, del Perú y PhD en
neurofisiología, de la Universidad de Berkeley (California), Estados Unidos de
Norteamérica. Actualmente se desempeña como directora de la Clínica del Sueño,
en la Unidad Quirúrgica Los Sauces, en San Bernardino, Caracas.
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