jueves, 16 de mayo de 2013


II Parte y final

Quienes tienen familiares
que sufrieron aneurismas cerebrales
están más propensos a tenerlo


Como ya señalamos en nuestra entrega anterior sobre los “Aneurismas cerebrales” estos son una deformación en una zona de debilidad en una arteria cerebral. A menudo se lo describe como un “globo” que sobresale de la pared del vaso y que, por lo general, con el pasaje del tiempo aumenta de tamaño. Los aneurismas cerebrales tienen tamaños, formas y localizaciones diferentes. La forma más común es la sacular o con forma de cereza. El saco de un aneurisma puede medir apenas 1-2 mm, pero también puede crecer y llegar a medir más de 25 mm de diámetro. Los aneurismas se producen con mayor frecuencia en los puntos de ramificación de los vasos cerebrales.

Que tan frecuentes son los aneurismas cerebrales?
Se estima que, en Europa, 1-2% de la población general padece o presentará un aneurisma cerebral en el transcurso de sus vidas. La mayoría ignora que padece estas lesiones, porque los aneurismas son “silenciosos” y no provocan síntomas hasta que se produce una ruptura con hemorragia o hasta que aumentan de tamaño en forma considerable. Estudios recientes muestran una presencia mucho mayor de aneurismas en pacientes con antecedentes familiares de aneurismas cerebrales. La probabilidad de que se produzca hemorragia por un aneurisma cerebral es de 1-3% por año. En el mundo occidental, de la población con ancestros de origen europeo, 10 de cada 100.000 personas presentan cada año un sangrado por un aneurisma.

Cuál es el tratamiento habitual cuando se presenta un aneurisma cerebral?
El tratamiento habitual, admite dos fases primordiales: la primera se implementa cuando el paciente ingresa a un centro asistencial (hospital o clínica), preferentemente en un servicio de cuidados intensivos, donde se cuidará su estado general y se le administrará medicación específica, a los fines de controlar la hipertensión arterial, evitar el vaso espasmo, (contracción involuntaria de un vaso sanguíneo), la hipoxia (carencia de oxigeno)  etc., con la intención de mitigar el daño provocado por la hemorragia y prevenir la repetición de un nuevo sangrado, además de preparar al paciente para el tratamiento quirúrgico o endovascular.
Una vez efectuado el diagnóstico y compensado el enfermo, el Neurocirujano, es quien decidirá sobre la cirugía convencional a cielo abierto y la colocación de un clip--pequeño brochecito metálico-- que cerrará el aneurisma roto para que no vuelva a sangrar, o bien el procedimiento endovascular.
El procedimiento endovascular es un gran avance de los últimos veinte años, que implica el rellenado del aneurisma con partículas metálicas ("coil") en forma de microrresortes, que provocarán la formación de un coagulo y la oclusión consiguiente de la malformación, mediante la introducción de un catéter hasta el saco aneurismático, evitando la cirugía a cielo abierto.
Si bien la solución menos traumática es el cateterismo, hay aneurismas que se pueden solucionar de esta forma y otros que indefectiblemente deberán ser resueltos por cirugía convencional con ayuda del microscopio quirúrgico e instrumental de micro neurocirugía.

Foto cortesía de Georgetown Hospital System

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